El poema no es un bicho limpio
ni pulcro.
Sangra
pero solo si tiene vida.
No es como estornudar y dar las gracias
aunque siempre mancha
y se agradece por las dudas.
El poema es más parecido a un incendio profundo,
un calor cavernario,
una especie de desastre
planificado
por alguien más.
Es el dolor de esa muerte
que aún no llega
o el aviso de desahucio
al llegar del trabajo.
Como fuego, no necesita más combustible
que un poco de aire
y ojos que ardan
previamente.
Como duelo, no necesita ataúd ni flores
solo un muerto.
Te conmueve,
si lo conocías de antes.
Sino te da vergüenza
y miedo
(y hasta un poquito de asco, de como
alguien se le ocurre semejante
desnudez)
pero al poema no le importa:
sale
como un accidente o como un sueño
y como ambos, no tiene explicación
que ayude a entender del todo.
El poema es como este silencio atroz
al terminar de leer esto.
PEDRO LENCINA, DE RÍO GRANDE.